Pintxos: bocados con alma. Arte popular y sabor vasco en el Camino

Pintxos: bocados con alma. Arte popular y sabor vasco en el Camino
El que camina el Camino del Norte tarde o temprano acaba en una barra.
No por cansancio, sino por instinto. Por esa atracción que provoca ver los mostradores repletos de pan, palillos, colores y olores que cambian con cada bar y cada pueblo.
Desde Bilbao hasta San Sebastián, los pintxos son parte del paisaje: pequeños, brillantes, colocados con mimo como si fueran joyas comestibles.
Pero lo bonito de todo esto no es la estética, ni siquiera el sabor, —que también—.
Lo bonito es el ritual: pedir un zurito, charlar, comer de pie, cambiar de sitio. Reír.
El pintxo no se come: se comparte.
De dónde viene todo esto
El pintxo nació humilde.
Una rebanada de pan, una anchoa, una aceituna, un palillo.
Un invento de barra en los bares de San Sebastián a principios del siglo XX, hecho para acompañar el vino y alargar la conversación.
Vino, palabra, pan y mar. Esa es la fórmula.
Luego vino la creatividad. En los años 30, bares como La Espiga o Casa Vallés empezaron a jugar con el sabor.
De ahí salió la Gilda, ese pincho de aceituna, anchoa y guindilla que se convirtió en icono.
Y aquí una nota para sibaritas con curiosidad: las guindillas que lleva la Gilda son, en realidad, piparras, las finas y suaves guindillas verdes con Denominación de Origen del País Vasco.
Si las pruebas frescas o las compras en el mercado WAYS del Camino, entenderás por qué el mundo entero habla de ellas.
Y si las acompañas con una copa fría de Txakoli, también en el mercado de WAYS, y que es el vino blanco vasco por excelencia, la cosa se redondea.
La evolución del pintxo
El pueblo vasco tiene una virtud: no deja de cocinar, ni de mejorar lo que ya funciona.
Así, el pintxo se convirtió en un campo de juego.
Lo que empezó con pan y anchoa terminó en creaciones con foie, txangurro, solomillo, setas, pulpo o queso Idiazabal.
Hay bares que parecen laboratorios y otros que mantienen lo clásico, pero todos tienen el mismo aire de familia: producto bueno, sabor claro, cero tonterías.
Y sí, en Euskadi se puede comer de pie mejor que sentado en muchos restaurantes del mundo.
Dónde saborearlos en el Camino del Norte
El Camino aquí no solo se anda: se come por etapas. De Irun a Castro Urdiales, cada pueblo tiene su versión de lo perfecto.
Irun
- Empieza con la Gilda. Es la medida justa del mar y el carácter.
- La txaka —ensaladilla de cangrejo sobre pan— se come de un bocado y deja ganas de otro.
Hondarribia
- En Gran Sol, que ha ganado premios, prueba el txangurro o el foie.
- En El Callejón, la tortilla y las gildas no fallan.
- Las anchoas frescas del casco viejo valen el paseo.
San Sebastián / Donostia
- En Casa Vallés y Txepetxa nació la Gilda. Respeta el origen.
- En Bar Néstor, la tortilla es una religión (llega pronto o te quedas sin).
- En Bergara, prueba el “Txalupa”: setas y mar, caliente y suave.
- En Goiz Argi, la brocheta de gambas no falla.
- En La Cuchara de San Telmo o Sport, foie y carrilleras con alma.
- En Borda-Berri, cocina con descaro: oreja, risotto, pulpo.
- En Gandarias, el solomillo se come sin cuchillo, con respeto.
- En La Viña, el cheesecake que se volvió famoso en medio planeta.
Orio
- Tortilla gruesa, con o sin bacalao, pero siempre jugosa.
- Pintxos de bacalao que se derriten con el Txakoli local.
Zarautz
- Anchoas, pimientos y mar.
- Txangurro relleno o al horno: el sabor de la costa, sin artificio.
Getaria
- Pan, anchoa, Txakoli. Trilogía perfecta.
- Txangurro en pimiento del piquillo, el clásico que nunca muere.
Deba
- Bonito ahumado y txistorra sobre pan: dos extremos, mismo placer.
Ondarroa y Lekeitio
- Txipirones a la plancha o en su tinta.
- Pulpo, tierno, directo del mar.
Gernika
- Pimientos de Gernika, suaves y dulces, a veces con anchoa encima.
Bilbao (Casco Viejo)
- Bacalao al pil-pil en Café Bar Bilbao o Gure Toki.
- Carrillera melosa, mini hamburguesas, txistorra en hojaldre.
- En Motrikes, los champiñones son ley.
Portugalete y Santurtzi
- Sardinas asadas y ensaladilla de bonito: puerto, carbón y sal.
Castro Urdiales
Ya es Cantabria, sí, pero aquí el sabor no entiende de fronteras. Las rabas (calamares fritos) y los mariscos a la plancha son parte del mismo viaje: el que une costa, tradición y buena mesa.
Cómo vivir el ritual
- Pide uno o dos pintxos por bar y sigue caminando.
- Acompáñalos con un zurito o un vaso de Txakoli.
- Pregunta siempre cuál es el pintxo del día —aquí hay orgullo detrás de cada plato.
Y sobre todo, habla, ríe, comparte. Nadie come solo en una barra vasca.
Más que cocina
El pintxo es Euskadi en miniatura: honesto, sin adornos, pero lleno de alma.
No presume, no compite. Se ofrece.
Cada bocado es una historia: del mar, del caserío, de la familia que lleva tres generaciones detrás del mostrador.
La cocina vasca tiene fama mundial —Arzak, Subijana, Aduriz—, pero su esencia no está solo en los menús de autor: está en las barras.
Ahí donde el pan huele a recién hecho y el cocinero te mira a los ojos mientras te sirve.
El secreto es simple: ingredientes reales, respeto y alegría.
Y eso, amigo, no se enseña. Se hereda.
Artículos recientes
Bertsolaris, Dantzaris, Tamborradas… y mucho más
Viajar por el Camino del Norte es adentrarse en un paisaje que suena.
Entre el mar y las montañas, cada pueblo del País Vasco respira ritmo, canto y comunidad.
Aquí la música no es espectáculo: es memoria, resistencia y orgullo.
Cantar juntos, tocar juntos, bailar juntos.
La música vasca es un idioma propio, hecho de madera, piedra y voces.
Durante siglos, cuando el euskera fue perseguido, el canto y la danza mantuvieron viva la lengua.
Hoy siguen siendo una forma de decir: seguimos aquí.
No es casual que los vascos digan con humor: “Tres vascos, un coro.”
Bertsolaritza: poesía cantada y alma improvisada
Los bertsolaris son poetas que improvisan versos cantados en euskera.
Ante un público, y a partir de un tema o reto, componen de inmediato sus estrofas: ingenio, emoción y ritmo.
No hay libreto ni trampa, solo talento y conexión con la gente.
Los orígenes del bertsolaritza se remontan al campo, cuando las historias se contaban cantando en las ferias o tabernas.
Durante la dictadura, fue refugio y resistencia cultural.
Hoy es símbolo de identidad y arte vivo: los campeonatos llenan plazas y teatros, y los bares de Gipuzkoa siguen siendo su escenario natural.
Dónde vivirlo:
Donostia, Zarautz, Getaria, Hondarribia —durante las fiestas de verano o campeonatos locales.
Cada cuatro años se celebra el Campeonato Nacional de Bertsolaris, un auténtico homenaje a la lengua vasca.
Dantzaris: el cuerpo que habla en ritmo
Las danzas vascas no son adorno, son ceremonia.
Los dantzaris mantienen vivas coreografías que se bailan desde hace siglos: el Aurresku, la Dantzari Dantza, las danzas de espada.
Cada paso, cada salto, tiene su historia.
El sonido del txistu (flauta) y el tamboril guía los movimientos; los trajes blancos, las fajas rojas y las cintas coloreadas completan la escena.
Antes eran rituales de fertilidad o protección; hoy son una forma de unión y de orgullo local.
Dónde vivirlo:
En las fiestas patronales de casi todos los pueblos del País Vasco: Bilbao, Durango, Abadiño, Zarautz o durante la Aste Nagusia (Semana Grande) de Donostia, en agosto.
En las plazas, entre sidra, música y aplausos, la tradición sigue bailando.
Tamborrada: el rugido de un pueblo unido
El 20 de enero, Donostia se transforma.
A medianoche, el estallido de tambores marca el inicio de 24 horas de ruido, ritmo y alegría colectiva.
La Tamborrada es la fiesta más intensa del País Vasco: más de 15.000 donostiarras, vestidos de cocineros y soldados, recorren las calles tocando el Himno de San Sebastián al unísono.
Lo que empezó como una burla a los ejércitos napoleónicos se convirtió en una celebración de identidad y resiliencia.
Durante ese día, nadie es espectador: todos son parte del mismo tambor.
Dónde vivirlo:
- Donostia / San Sebastián, 20 de enero.
La Plaza de la Constitución es el corazón de la fiesta, donde se iza la bandera y todo comienza. - En verano, versiones más pequeñas resuenan en Bilbao, Zarautz, Hondarribia y Getaria.
Muchos sonidos, una sola canción
Euskadi tiene una de las tradiciones musicales más ricas de Europa.
Cantar y tocar es una forma de estar en comunidad:
- Ochotes (coros masculinos en Bilbao)
- Trikitixa (acordeón diatónico que anima toda romería)
- Txalaparta (instrumento de madera tocado entre dos personas)
- Txistu y Alboka, flautas que suenan desde hace siglos
Las noches de Santa Águeda son puro folclore: los vecinos cantan puerta a puerta, con trajes y faroles.
En Navidad, los niños siguen al Olentzero entonando canciones antiguas.
Y en los bares, los coros surgen de la nada, sin escenario, sin micrófonos.
Aquí la música no se consume: se comparte.
De lo tradicional a lo contemporáneo
La tradición musical vasca no se detuvo en el pasado.
Artistas como Mikel Laboa, Benito Lertxundi o Oskorri mezclaron poesía, folk y protesta, creando un sonido que sigue siendo profundamente vasco.|
Festivales como Heineken Jazzaldia (Donostia) o BBK Live (Bilbao) demuestran que la música vasca evoluciona sin perder sus raíces.
La trikitixa, la txalaparta y las voces de los coros conviven con guitarras eléctricas y sintetizadores.
Todo forma parte del mismo ADN sonoro: emoción, colectividad, verdad.
Dónde y cuándo vivir la música vasca en el Camino del Norte
Tradición | Cuándo | Dónde |
---|---|---|
Bertsolaritza | Verano y fiestas locales | Donostia, Zarautz, Getaria, Hondarribia |
Dantzaris | Fiestas patronales (junio–octubre) | Bilbao, Durango, Abadiño, Donostia |
Tamborrada | 20 de enero | Donostia / San Sebastián |
Cantos y coros | Todo el año | Bares, plazas, festivales, navidades |
Festivales modernos | Julio–Agosto | Heineken Jazzaldia, BBK Live |
Una misma alma
Bertsolaris, dantzaris, tamborreros... tres formas distintas de decir lo mismo:
La música es el corazón de Euskadi. Es resistencia y celebración, memoria y presente. Y si caminas por el Camino del Norte, no solo la verás: te atrapará. Porque aquí, entre mar y montaña, el ritmo no viene de un escenario, sino de algo más profundo: la gente, su lengua, su tierra.
Cuando caminas el Camino del Norte por la costa vasca, hay una tradición que no pasa desapercibida. Es pura vida, puro folclore en movimiento: Herri Kirolak, los “deportes del pueblo”. Competiciones de fuerza, destreza y orgullo comunitario que son el reflejo vivo del campo vasco, de su gente, y de esa manera tan nuestra de entender el trabajo y la vida.
Origen e historia
Los Herri Kirolak nacen del trabajo real, del día a día en los caseríos y en el mar: cortar leña, levantar piedras, segar hierba, arrastrar cargas, tirar de cuerdas. Al acabar las faenas o en las fiestas del pueblo, lo que era labor se convertía en reto: ¿quién corta más rápido?, ¿quién levanta más peso?, ¿quién aguanta más? Así, entre risas, sudor y txakoli, nacieron los héroes locales y una tradición que todavía late fuerte.
A finales del siglo XIX y principios del XX, estos desafíos ya eran parte fija de ferias y romerías. La industrialización no los borró; al contrario, los convirtió en símbolo de identidad y resistencia. Hoy los Herri Kirolak siguen presentes, con campeonatos, festivales y exhibiciones que conectan a las nuevas generaciones con el espíritu irreductible de Euskadi.
Las disciplinas principales
- Aizkolaritza (corte de troncos): los aizkolaris se baten hacha en mano para atravesar troncos enormes con fuerza y precisión.
- Harrijasotzea (levantamiento de piedra): auténticos titanes levantan bloques de más de 200 kilos en forma de cubo, esfera o cilindro.
- Txinga eramatea (transporte de pesos): caminar lo más lejos posible cargando una pesa en cada mano.
- Lasto altxatzea (levantamiento de fardos): levantar repetidamente fardos de paja con polea hasta el cielo.
- Sokatira (tira y afloja): deporte de equipo con raíces antiguas; sigue siendo protagonista en casi todas las fiestas.
- Idi probak (pruebas de bueyes): los animales arrastran grandes piedras, demostrando fuerza, compenetración y paciencia.
Y aunque a veces se olvida, la pelota vasca y las regatas de traineras también forman parte de este paisaje deportivo de mar y monte. Todos comparten los mismos valores: esfuerzo, tenacidad, orgullo colectivo y respeto por la tierra.
Los mejores pueblos del Camino del Norte para ver Herri Kirolak
Estos pueblos no se eligen al azar. Son los que mantienen viva la tradición, donde los horarios están grabados en el calendario de fiestas y el sonido del hacha o la cuerda forma parte del verano. Aquí va la guía, directa y verificada, de dónde y cuándo vivirlos como se debe:
Donostia / San Sebastián
El corazón palpitante de los Herri Kirolak. Durante la Semana Grande / Aste Nagusia (a mediados de agosto), las plazas y las playas se convierten en un escenario brutal: corte de troncos, levantamiento de piedra, fardos al aire y tiras de cuerda que hacen vibrar al público.
No se limita al verano: hay exhibiciones profesionales y competiciones abiertas durante todo el año.
Getaria
Aquí, los Herri Kirolak son sagrados. En las Fiestas de San Salvador (primera semana de agosto), la plaza y el puerto se llenan de aizkolaris, harrijasotzailes y bueyes en plena faena. También en San Pedro (29 de junio) y San Antón (17 de enero) el pueblo vuelve a latir al ritmo del esfuerzo.
Zarautz
Arena, mar y músculo. En verano y durante las fiestas patronales (junio a agosto), las playas y la plaza central se llenan de exhibiciones al aire libre. Zarautz es puro espectáculo costero: deporte, tradición y un público que anima como si fuera la final de la Champions.
Bilbao (Casco Viejo y Basque Fest)
El Bilbao Basque Fest (abril) es una cita obligada: varios días de talleres, competiciones y demostraciones que mezclan fuerza y cultura.
Durante el verano, los barrios del Casco Viejo celebran sus propias fiestas, y siempre hay un hueco para los deportes rurales.
Markina-Xemein
Tierra de pelota vasca (jai alai), pero también de fuerza bruta. En sus ferias y fiestas, las piedras vuelan y los aizkolaris se baten como antaño. Tradición pura.
Hondarribia
En septiembre, las Fiestas de Hondarribia combinan el espíritu marinero con la potencia rural. Las pruebas de Herri Kirolak se entremezclan con regatas y celebraciones pesqueras. El escenario: un pueblo precioso donde el olor a mar y a madera recién cortada lo llena todo.
Deba y Gernika
Ambas representan la esencia del deporte rural más auténtico. En Deba, las fiestas de verano traen las pruebas clásicas: cortar, levantar, arrastrar.
En Gernika, el Mercado de los Lunes y otras festividades locales son el mejor escaparate para ver a los campeones del esfuerzo.
Entre todas las paradas, Donostia, Getaria, Zarautz, Bilbao y Hondarribia son las más fiables y vibrantes para empaparte de esta tradición vasca única.
Consejos del Camino
- Cuándo: entre junio y octubre, coincidiendo con las fiestas patronales; agosto y abril son los meses grandes en las ciudades.
- Dónde: en las plazas, puertos, playas y ferias. Pregunta en la oficina de turismo por el programa de “Herri Kirolak”.
- Cómo: la mayoría son gratuitos y abiertos al público, pero llega temprano si quieres ver algo más que los hombros de los de adelante. Algunos pueblos incluso ofrecen talleres para probar tú mismo a cortar madera o levantar piedras (bajo supervisión, claro).
Por qué importan los Herri Kirolak
Porque no son solo deporte. Son una celebración de lo que somos: del esfuerzo, de la comunidad, del orgullo de un pueblo que aprendió a vivir de su tierra y su mar. Verlos, oír el golpe seco del hacha en el tronco o el grito de ánimo en una sokatira, es entender algo esencial de Euskadi.
Así que si haces el Camino del Norte, guarda un día para vivirlo. No hace falta entender las reglas. Basta con mirar, escuchar y sentir. Es potente, es emocionante, y es, sin duda, lo más vasco que verás en todo el camino.
Castro Urdiales, 5 de julio de 2025 – WAYS, la plataforma digital pionera en turismo regenerativo en el Camino de Santiago, presenta oficialmente el nuevo módulo del Camino del Norte de la Costa dentro de su aplicación WAYS Journeys con financiación de los Fondos Next Generation de la Unión Europea gestionados por el Ministerio de Industria y Turismo.
Este lanzamiento supone un paso decisivo para mejorar la experiencia de los peregrinos en una de las rutas más espectaculares y exigentes del Camino, al tiempo que impulsa la economía local y la cohesión cultural en las comunidades que la recorren.
El proyecto ha contado con el apoyo estratégico de la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, así como con la colaboración activa de la Asociación de Peregrinos por Cantabria y la Agrupación de Asociaciones de los Caminos del Norte, garantizando una visión compartida y un fuerte arraigo territorial.
WAYS ya había demostrado el potencial de su aplicación en el Camino Francés, y ahora escala su tecnología para responder a las necesidades específicas de los viajeros en el Camino del Norte de la Costa, integrando innovaciones como:
- Sistema de planeación y navegación avanzada con rutas personalizables, posibilidad de elegir entre alternativas y bifurcaciones.
- Contenidos culturales geolocalizados y multilingües (español, inglés, francés, alemán, portugués e italiano) para enriquecer la experiencia del viajero internacional.
- E-commerce de productos locales y experiencias que conecta a peregrinos con productores y artesanos del País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia.
- Pilgrim Tokens basados en blockchain, que se ganan caminando y conectando con la cultura y las comunidades y recompensan la hospitalidad y las prácticas sostenibles.
- Crowdfunding de proyectos locales, que permite a los peregrinos apoyar directamente iniciativas de accesibilidad, conservación del patrimonio y cultura viva.
Este lanzamiento se enmarca además en un año simbólico: el décimo aniversario de la declaración de los Caminos del Norte como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, hito que refuerza la relevancia de conservar y revitalizar esta ruta histórica y cultural.
“El Camino del Norte de la Costa es una joya cultural y natural que merecía un esfuerzo específico para su digitalización y promoción”, señaló María Parga, portavoz de WAYS. “Con este módulo, no solo hacemos más accesible la ruta y contribuimos a su promoción internacional, sino que también demostramos la escalabilidad de WAYS a otras Rutas Culturales en el mundo.”
Por su parte, Valeriano Teja Oruña, presidente de la Agrupación de Asociaciones de los Caminos del Norte, subrayó: “Este nuevo módulo de WAYS nos ayuda a mostrar al mundo la riqueza de nuestros territorios y a garantizar que el peregrino viva una experiencia auténtica, sostenible y profundamente conectada con nuestras comunidades.”
WAYS invita a peregrinos, asociaciones y amantes del Camino de Santiago a descubrir el nuevo módulo descargando la aplicación WAYS Journeys y sumándose a un modelo de turismo consciente, inclusivo y regenerativo.
Quien recorre el Camino del Norte de la Costa vive un diálogo constante entre dos fuerzas titánicas: el mar Cantábrico y la montaña desafiante de la Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa. En ningún otro lugar de la península el azul del Atlántico y el gris de la roca caliza se abrazan con tanta cercanía y dramatismo. Desde San Vicente de la Barquera el horizonte cambia, y el viajero empieza a percibir cómo las cumbres se elevan, marcando el paso y la identidad de la ruta.
Los Picos de Europa dominan el paisaje astur-cántabro como una fortaleza de piedra y verdor; son el corazón mineral de la cordillera y ofrecen al peregrino vistas sobrecogedoras, cañones vertiginosos y senderos que retan el cuerpo y el alma. El Camino del Norte avanza siempre guiado por su perfil lejano, dibujando una senda que parece buscar el equilibrio exacto entre la brisa salina y el frescor montañés.
Pero quien camina por el Norte descubre que la travesía tiene desvíos preciosos y legendarios que aventuran hacia el interior montañoso. Uno de ellos, cargado de simbolismo y belleza, es el peregrinaje a Covadonga, enclave sagrado en el corazón de los Picos de Europa. La Santa Cueva y la real basílica de Covadonga no solo ofrecen recogimiento y leyenda: son punto de destino para peregrinos que buscan el eje espiritual de Asturias, el origen de la fe jacobea y la puerta de entrada al paisaje más profundo de las montañas.
Desde la ruta costera se abren caminos ancestrales, como el Camino Lebaniego, que se aleja entre desfiladeros y valles para cruzar la muy cántabra Hermida y alcanzar el monasterio de Santo Toribio de Liébana. Allí, la peregrinación se encuentra con la historia y la soledad de las alturas; los prados de cabras y vacas tudancas, los quesos azules y las ferias ganaderas, todo bajo el influjo de la montaña sagrada. El Camino Primitivo, por su parte, se interna desde Oviedo atravesando pasos de roca, aldeas escondidas y parajes solitarios, siguiendo las huellas del primer peregrino real en busca de Santiago.
La Cordillera Cantábrica, fuente de clima y cultura, marca el carácter de la ruta, el sabor de los productos, la fortaleza de los viajeros y la orografía de cada etapa. Aquí la montaña no es solo paisaje: es cultura viva, modela desde hace milenios la vida agrícola y ganadera, las fiestas rurales y la cocina de cuchara, y enseña al caminante la importancia de observar el tiempo, respetar el terreno y dejarse sorprender por la hospitalidad local.
Así, el Camino del Norte de la Costa, en diálogo permanente con las otras rutas montañesas, es un sendero entre el mar y la montaña: une el rumor del oleaje con el misterio de las cumbres y los destinos legendarios, invita a desviar el paso y perderse entre cañones y collados, y revela la fusión profunda que engrandece el alma del Norte.
Aquí, cada desvío es aventura y aprendizaje; cada llegada es pausa y asombro.